17-JULIO-1936 GUERRA CIVIL ESPAÑOLA

 En Melilla, un levantamiento militar da comienzo a la Guerra Civil Española, llevado a cabo por una parte del Ejército contra el Gobierno de la Segunda República. Los militares sublevados no consiguieron alcanzar su objetivo principal de apoderarse del punto neurálgico del poder, Madrid, ni de las grandes ciudades, como Barcelona, Valencia o Málaga (aunque sí controlaban Sevilla, Valladolid y Zaragoza), pero dominaban cerca de la mitad del territorio español, ya que controlaban prácticamente el tercio norte peninsular (Galicia, León, Castilla la Vieja), menos la franja cantábrica formada por Asturias, Santander, Vizcaya y Guipúzcua, que quedó aislada del resto de la zona republicana, y Cataluña. Además dominaban las ciudades andaluzas de Sevilla (donde el general Gonzalo Queipo de Llano se hace con inusitada determinación con el mando de la 2.ª División Orgánica), Córdoba y Cádiz conectadas entre sí por una estrecha franja, más todo el Protectorado de Marruecos y los dos archipiélagos, Canarias (menos la isla de La Palma) y Baleares (excepto Menorca).
 
Bandera del bando sublebado


 De los lugares donde ha triunfado la sublevación parten las ofensivas de las tropas rebeldes, para tomar las ciudades en manos de la República o a liberar los lugares en manos de los rebeldes asediados por las tropas gubernamentales, como son los casos de Oviedo y del Alcázar toledano.
 
Bandera del bando republicano


 Las fuerzas republicanas, por su parte, consiguen sofocar el alzamiento en más de la mitad de España, incluyendo todas las zonas industrializadas, gracias en parte a la participación de las milicias recién armadas de socialistas, comunistas y anarquistas, así como a la lealtad de la mayor parte de la Guardia de Asalto y, en el caso de Barcelona, de la Guardia Civil. Así pues, el resultado del levantamiento era incierto pues tuvo éxito en unos sitios y fracasó en otros, por lo que España quedó dividida en dos zonas: una controlada por los militares que se habían alzado contra la República (la zona sublebada) y otra que permaneció fiel al gobierno (la zona republicana). Aproximadamente un tercio del territorio español había pasado a manos rebeldes, con lo que ninguno de los dos bandos tenía absoluta supremacía sobre el otro. La intentona de derrocar de un golpe a la República había fracasado estrepitosamente. Ambos bandos se prepararon para lo inevitable: un enfrentamiento que iba a desangrar España durante tres largos años. La guerra civil española acababa de empezar.

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